domingo, 10 de julio de 2011

Emergencias nocturnas

Por: Mateus Mancilla

Diez de la noche. Todo parece pacífico en los pasillos hasta que la primera persona llega. Desde la sala de espera se le puede ver  totalmente inconsciente y cargada en hombros por dos sujetos desesperados. Es la primera víctima que pasa a la sala de emergencia de la clínica San Judas Tadeo, en el distrito de San Miguel.

Entre veinte y veinticinco personas llegan al día en un estado grave, ya sea por accidentes de tránsito, heridas en medio de asaltos o enfermedades con un estado avanzado. Así lo expresa el doctor Juan Antonio Herrera Matta, médico especializado en cirugía general, quien está de turno desde las seis hasta las ocho de la noche.

Con un cigarrillo en mano y apunto de marcharse en su auto, el doctor dice que de ese número, por lo menos una persona muere al día, en un día cualquiera, lo expresa con una sonrisa forzada. Así lo confirma el policía en la puerta, que expresa casi enojado: “Se nota en la cara cuando se le han muerto alguien, lloran como locos. Pero eso no pasa mucho aquí”.

Son más el número de ambulancias que van y vienen, que las personas que entran ayudadas o no, a la sala de emergencias. Esto, en cierto modo, revela la gravedad del caso. Entre las once y la medianoche aumenta este vaivén. Médicos, pacientes, enfermeros y gente esperando, la gran parte tranquilos, unos cuantos angustiados.

“Los fines de semana aumentan un 20% las cifras de accidentes en el área. Por las fiestas, los eventos. Sobretodo por la gente que no se mide bebiendo, una pena que siempre ocurra lo mismo a pesar de las advertencias”, indica un policía de apellido Hernández, quien hace rondas dirigidas por una unión entre la comisaría y la misma clínica.

No se pueden hacer más preguntas dentro del mismo hospital. No lo permiten, es casi imposible en realidad. Todo sucede tan rápido conforme avanza la hora. Por último, ni mi presencia es permitida. En la noche se divisa lo obvio, el personal tiene cosas importantes que atender.